dissabte, 3 de març del 2007

Ricardo Mella: La democracia española: una ficción
En resumen, la reforma del Estado franquista que fue la transición no nos otorgó más que una precaria democracia a la que es dudoso calificar como tal. Lo cierto es que la dictadura se perpetuó a sí misma reformándose y adaptándose a los nuevos tiempos, pero sin tocar lo más mínimo lo más esencial de ella: el poder absoluto y sin control del Gobierno. Para ese lavado de cara fue absolutamente necesaria la colaboración de la oposición democrática, a través de los dirigentes partidistas de entonces, y el fruto de ese siniestro pacto no podía ser otro que un Estado pluripartidista (hasta cierto punto) y con una amplia gama de libertades (hasta cierto punto), pero dirigido por un gobierno que dispone de un poder tan totalitario como en cualquier momento de la dictadura de la cual es sucesor y heredero.