dissabte, 27 d’agost del 2011

Keynes ha muerto
La reforma, que pone un límite al déficit público y lo vincula a las decisiones europeas, es el certificado de defunción de las políticas keynesianas, como el Plan E, basadas en la idea de que cuando los privados no gastan por culpa de una crisis, el estado debe endeudarse para sustituirlos. Prohibir a Keynes en la Constitución puede ser una buena medida a corto y largo plazo, pero supone una aniquilación ideológica en toda regla.

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Si la UE no fuera una burocracia opaca, si el Parlamento Europeo fuera un parlamento de verdad y las decisiones no las tomaran Merkel y Sarkozy según sus necesidades internas, podríamos celebrarlo. Pero la realidad es que nos estamos acostumbrando a que el poder esté cada vez más lejos de las urnas. ¿Podemos aceptar la ilegalización de la izquierda keynesiana? La pregunta es perversa porque se responde sola: no depende de nosotros.

els indignats tenien raó.